sábado, 8 de noviembre de 2025

8 de noviembre fiesta de Santa Isabel de la Trinidad.



Una mañana del 18 de Julio de 1880 nace en un campo militar de Avor, cerca de Bourges (Francia). Su familia está inquieta porque los médicos han dicho que el bebé no podrá salvar su vida. María Rolland, su mamá, espera su primera hija. Todos rezan y se ofrecen misas por la nueva criatura. 

En contra de todos los pronósticos la niña llega a este mundo “muy hermosa y vivaracha”. Cuatro días después, el 22 de julio, es bautizada con el nombre de Isabel Josefina.

La señora Catez se ha dado cuenta del talento musical de su hija. La inscribe en el Conservatorio a los siete años. Isabel pasa muchas horas en el piano. No va a la escuela porque las instituciones del estado son demasiado laicas, en cambio recibirá la formación más elemental en casa.

El 19 de abril de 1891 es la Primera Comunión. Sus cartas nos revelan la experiencia de ser amada y darse. “Este gran día nos hemos dado por completo el uno al otro” (C 178). Gozo, alegría, saciedad, plenitud, belleza, música interior…son las realidades que siente en su corazón.

También los santos tienen vacaciones. Estamos en el verano de 1894, las Catez marchan a Carlipa, allí visitan a sus tías. 
Isabel siempre recodará el espectáculo cósmico de los Pirineos:”¿Te acuerdas de nuestros paseos por la sierra durante la noche, a la luz de la luna, mientras escuchábamos las alegres campanadas? ¡Oh, tía, qué bello estaba el valle a la luz de las estrellas, esa inmensidad, ese infinito, todo me hablaba de Dios” (C 139).

Así era Isabel humana y divina, centrada en el interior y viviendo las alegrías de la vida. Con frecuencia participaba en veladas y bailes que organizaban las familias militares. En estos lugares la joven Isabel quiere ser como el sol que irradia su luz.

El 2 de agosto de 1901 entra en el Carmelo. Una vida dedicada por entero a la oración. Una comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa. Una sencillez en el uso de las cosas y en el trato con las personas. 

Un ideal apostólico que amplía sus horizontes al mundo entero. El Epistolario refleja de una forma maravillosa sus primeras impresiones. “No encuentro palabras para expresar mi dicha”, “aquí ya no hay nada, sólo Él…Se le encuentra en todas partes, lo mismo en la colada que en la oración” (C 91).

El 11 de enero de 1903, domingo y fiesta de la Epifanía, ante la comunidad carmelitana de Dijon, Isabel pronuncia sus votos religiosos. Se siente invadida por Dios, por su abundante gracia, un derroche.

Sus experiencias religiosas son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un lugar privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo, a quien llamará “padre de su alma”. Las páginas de san Juan de la Cruz han ejercido una influencia considerable en el camino de la unión con Dios.

El año 1904 es muy significativo. El 21 de noviembre Isabel lo pasa ante el Santísimo. Por la noche redacta una oración, que es expresión de su entrega al Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice así:

“¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de vos, ¡mi Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más en profundidad de vuestro misterio.

 Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí jamás solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente entregada a vuestra acción creadora”.



Ella ha descubierto su vocación en la Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria” (Ef 1,6). Hasta tal punto que esta mística francesa lo toma como un nombre simbólico, laudem gloriae, “alabanza de gloria”.

Los días 7 y 8 de noviembre está en silencio. Las últimas palabras que le oyeron sus hermanas de comunidad fueron: “Voy a la Luz, al Amor, a la Vida”. En el amanecer del 9 de noviembre de 1906, deja de respirar, la ciudad de Dijon está tranquila. 


Las que estaban allí presentes se dan cuenta que Isabel ha emprendido el viaje a la Trinidad que tanto amó en la tierra y como un profeta nos llama a cada uno a disfrutar de su Presencia en lo cotidiano de la vida.


Fue beatificada el 25 de noviembre de 1984 por el Papa San Juan Pablo II.

El 4 de marzo de 2016 el Papa Francisco promulgó un decreto reconociendo oficialmente un milagro atribuido a su intercesión; fue canonizada el 16 de octubre de 2016.

viernes, 7 de noviembre de 2025

7 de noviembre fiesta de MARÍA, Medianera de todas las Gracias.




Este título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias

La Virgen es el medio para profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en la fe, la esperanza y la caridad.

Cooperación de María a la obra de la Redención

«Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la Redención ... ; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos». (Credo de Pablo VI, n. 15)

Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres porque Él solo, con su muerte, logró la reconciliación perfecta con Dios, pero dice Santo Tomás que «también a otros podemos llamarlos mediadores por cuanto cooperan a la unión de los hombres con Dios».

A María se la llama Medianera o Mediadora desde muy antiguo. Este título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias.

«María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del futuro» (Juan Pablo II en España).

María es Corredentora.

Trajo al mundo al Redentor, fuente de todas las gracias. María dio su consentimiento libre para que viniese el Salvador al mundo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38). Dice Santo Tomás que representaba a toda la naturaleza humana.

Se le suele contraponer a Eva y así como ésta fue causa de la perdición, María por su obediencia lo es de la salvación. Y si aquélla era «madre de los vivientes», la «Nueva Eva» es madre de los que viven por la fe y la gracia.

Desde el siglo XV se llama a la Virgen CORREDENTORA y la Iglesia lo usa en algunos documentos oficiales. No debe entenderse como una equiparación con Cristo, único Redentor, ya que ella también fue redimida. La suya es una cooperación indirecta por cuanto puso voluntariamente toda su vida al servicio del Redentor, padeciendo y ofreciéndose con Él al pie de la Cruz, pero sin corresponderle el título de Sacerdote, exclusivo de Cristo (cfr. Vat. li, LG, 60).

Mediadora de todas las gracias.

Después de su Asunción a los cielos las gracias se conceden a los hombres por medio de su intercesión. Desde el cielo participa en la difusión de las gracias con su intercesión maternal. Esta intercesión es inferior a la de Cristo, pero superior a la de todos los otros santos. los últimos Papas han enseñado la doctrina ya antigua de que todas las gracias se conceden por medio de la Santísima Virgen.
Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. (LG, 62)

Madre de los hombres.

Compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándole, alimentándolo, presentándolo al Padre en el Templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la Cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia. (LG, 61)

Esta doctrina se apoya en la tradición antiquísima de considerar a María como madre espiritual de todos los cristianos. Parece natural que la que cooperó por la Encarnación a darnos a Cristo, fuente de todas las gracias, y la que estuvo presente junto a la Cruz, interceda sin cesar y cuide de sus hijos, como madre espiritual.

María es Madre de la Iglesia.
 
«María es la Madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el Pueblo de Dios, una madre de todos los que creyeron en su Hijo. Ha colaborado y sigue colaborando en la obra de la Salvación y se preocupa constantemente de los hermanos de su Hijo que están aún peregrinando por el mundo» (C.v.e., P. 460)

Prototipo de la Iglesia.

También hay que recordar que María es «prototipo de la Iglesia» y que toda la gracia se comunica por medio de la Iglesia.

Pues en el misterio, de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como modelo tanto de la Virgen como de la Madre. (LG, 63)
 La Virgen es para la Iglesia medio de profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en la fe, la esperanza y la caridad. La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección.




El amor maternal de María es también el modelo con que en la Iglesia han de actuar todos aquellos que tienen la responsabilidad de llevar a Dios a los hombres (cfr. LG, 65).



MES DE MARÍA.



El mes de María es una antigua y muy bella tradición, que tiene sus inicios en Europa, continente que se caracteriza precisamente, por sus profundas raíces cristianas, como lo testifica su historia, su cultura y su religión.

  El Mes de María, en Europa y el hemisferio Norte, se festeja en Mayo, en el llamado “mes de las flores”, que se llama así, porque con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores. Es el apogeo de la primavera.

 En el continente americano, fueron los misioneros españoles los que difundieron y promovieron la tradición de dedicar el mes de mayo al mes de Maria. Por este motivo, existe una gran devoción popular y afecto hacia la Madre de Dios, como así lo testimonian los innumerables santuarios marianos bajo diversas advocaciones.


Pero aquí tuvieron que modificar la fecha de su celebración. Tradicionalmente en Europa el Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”. Sin embargo, en Sudamérica en ese mes el frío es intenso, motivo por el cual se trasladó y va del 7 noviembre con la fiesta de María Medianera de todas las Gracias, y termina con la fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre.

  Y así, desde la edad media se consagró el “mes de las flores” a la Virgen María para rendir culto a las virtudes y bellezas de la Madre de Dios.  La primera noticia clara que se tiene de la consagración del mes de mayo a la Virgen, viene de Alfonso X, “el Sabio”, rey de España, en el siglo XIII.

  Con el florecimiento espiritual del siglo XVI se dio gran impulso a esta hermosa práctica, con especiales ejercicios de piedad durante todos los días, en los que se van considerando diversos misterios, títulos y excelencias de la Madre del Señor. La universalización de esta práctica vino a verificarse en el siglo XIX, cuando fue favorecida y enriquecida con indulgencias por los sumos Pontífices Pío VII y Pío VIII.

  Ya en el siglo XIII, el Rey Alfonso X, el Sabio invitaba a alabar e invocar a María, ante su altar, en el mes de las flores.

  En Italia fue San Felipe Neri, en el siglo XVI, el iniciador del Mes de Mayo dedicado a María, con la costumbre de invitar a los jóvenes a cantar, llevar flores y ofrecer sacrificios a la Virgen.


 ¿Qué podemos hacer y practicar en el mes de María, en

 honor de la Santísima Virgen?

  En la Iglesia, durante la adoración, en la visitas al Santísimo Sacramento del Altar, o en casa en los momentos libres, solo o en familia, podemos y sería muy beneficioso para el crecimiento de nuestra vida espiritual, hacer algo de lo que te proponemos:

Reflexionar en los principales misterios de la vida de María.

  Reflexionar implica hacer un esfuerzo con la mente, la imaginación y, también, con el corazón, para profundizar en las virtudes que la Virgen vivió a lo largo de su vida. Podemos meditar en cómo María se comportó, por ejemplo, durante:

-la Anunciación (Lc 1, 26)

-la Visita a su prima Isabel (Lc 1, 39)

-el Nacimiento de Cristo (Lc 2, 1)

-la Presentación del Niño Jesús en el Templo (Lc 2, 22)

-el Niño Jesús perdido y hallado en el templo (Lc 2, 40)

-las Bodas de Caná (Jn 2, 1)

-María al pie de la cruz. (Jn 19, 25)


Recordar las apariciones de la Virgen.

  En Fátima, en Lourdes, o en Guadalupe, la Virgen entrega diversos mensajes, todos relacionados con el amor que Ella nos tiene a nosotros, sus hijos.

Meditar en los cuatro dogmas acerca de la Virgen María que son:

Su Inmaculada Concepción: A la única mujer que Dios le permitió ser concebida y nacer sin pecado original fue a la Virgen María porque iba a ser madre de Cristo.

Su maternidad divina: La Virgen María es verdadera madre humana de Jesucristo, el hijo de Dios.

Su perpetua virginidad: María concibió por obra del Espíritu Santo, por lo que siempre permaneció virgen.

Su asunción a los cielos: La Virgen María, al final de su vida, fue subida en cuerpo y alma al Cielo.

Recordar y honrar a María como Madre de todos los hombres.

  María nos cuida siempre y nos ayuda en todo lo que necesitemos. Ella nos ayuda a vencer la tentación y conservar el estado de gracia y la amistad con Dios para poder llegar al Cielo. María es la Madre de la Iglesia.

Reflexionar en las principales virtudes de la Virgen María.

  María era una mujer de profunda vida de oración, vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, es decir, sencilla; era generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás; tenía gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual; era servicial, atendía a José y a Jesús con amor; vivía con alegría; era paciente con su familia; sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida.

Vivir una devoción real y verdadera a María.

Se trata de que nos esforcemos por vivir como hijos suyos. Esto significa:

* Mirar a María como a una madre: contarle todo lo que nos pasa: lo bueno y lo malo. Saber acudir a ella en todo momento.

* Demostrarle nuestro cariño: Hacer lo que ella espera de nosotros y recordarla a lo largo del día.

* Confiar plenamente en ella: Todas las gracias que Jesús nos da, pasan por las manos de María, y es ella quien intercede ante su Hijo por nuestras dificultades.

* Imitar sus virtudes: Esta es la mejor manera de demostrarle nuestro amor.
Tratar de no pecar, porque siendo corredentora paga supratemporalmente con dolor por cada pecado nuestro.

Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María.

  La Iglesia nos ofrece bellas oraciones como la del Ángelus (que se acostumbra a rezar a mediodía), el Regina Caeli, la consagración a María y el Santo Rosario ante la imagen de la Virgen...o simplemente decirle que la amamos.